Aristóteles se pregunta cuál es la finalidad que debe buscar el ser humano en el mundo. Esa finalidad está más allá de los bienes materiales, la finalidad del ser humano es encontrar la felicidad. Según él, la ética es una reflexión sobre la acción humana en busca de la libertad, para ello tenemos que desarrollar las virtudes, es decir, los hábitos que nos dan fuerza y nos ayudan contra nuestras debilidad; para de este modo poder alcanzar la felicidad.
Las virtudes se encuentran en la acción humana y están en un término medio entre el exceso y el defecto. Tenemos que buscar un punto medio y para ello es necesario un modelo. Por ejemplo, si piensas en qué es la generosidad pues buscas a la persona más generosa del mundo para tenerla a tu lado y tomarla como modelo. Se buscan modelos en la vida práctica.
Si tomamos lo que Aristóteles dice como cierto y sacamos nuestros modelos de la vida real, ¿qué modelos nos da la sociedad actual? Desde que nacemos estamos influenciados por el mundo que nos rodea, cada día vemos miles de conductas diferentes y de un modo u otro todas nos aportan comportamientos modélicos. Pero, ¿Qué conducta debemos seguir? ¿Cómo sabemos si es un buen modelo el que elegimos y no es una falsa impresión, que pretende dar alguna gran multinacional como propaganda para sus bienes y, o, servicios?
A menudo nos ocurre esto y nos dejamos llevar por la publicidad. Recurrimos a la compra de productos que en verdad no nos aportan nada, puede que al comprarlos nos sintamos mejor, pero no nos proporcionan la verdadera felicidad. Simplemente son bienes materiales.
La verdadera felicidad la encontramos en los pequeños detalles de la vida; como las reuniones familiares, los momentos que compartes con el chico o la chica de tu vida, los ratos junto a tus amigos… millones de momentos que nos aportan la verdadera felicidad y que nos hacen sentir las experiencias cumbre de la vida. Esos momentos cumbre son hecho concretos, situaciones vividas, que marcan la manera de ser y de comportarse de cada persona.
Los modelos más a tener en cuenta por cada uno de nosotros, son nuestros padres, abuelos, tíos, amigos, vecinos... en resumidas cuentas, de todos los seres que nos rodean podemos aprender algo que nos ayudará a ser mejores personas.
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